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Un filósofo anarquista que rechazó todo poder capaz de someter al hombre, eligió la vida en los bosques y planteó el derecho una revolución pacífica con la negación al pago de impuestos. La defensa apasionada del individualismo hecha por un liberal, que quiso demostrar que la vida en la naturaleza es la verdadera vida del hombre libre, convencido además de que en Norteamérica debía desaparecer la esclavitud y cesar las guerras a otros países. Ensayos desafiantes y subversivos, escritos por un hombre al que no le interesaban las mayorías ni las minorías, comprometido con el trabajo de un ser humano consecuente con su humanidad y con las reglas y las recompensas de la naturaleza.
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Sobre la desobediencia civil
Sobre la desobediencia civil
Walden o La vida en los bosques Los últimos dias de John Brown Profesión de fe
Henry David Thoreau
Thoreau, Henry David
Sobre la desobediencia civil. Walden y la vida en los bosques. Los últimos días de John Brown. Profesión de fe. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Díada, 2015.
E-Book.
ISBN 978-987-1427-49-9
1. Narrativa Estadounidense.
CDD 813
© Díada de Editorial Del Nuevo Extremo S.A., 2014
A. J. Carranza 1852 (C1414 COV)
Buenos Aires Argentina
Tel / Fax (54 11) 4773-3228
e-mail: [email protected]
www.delnuevoextremo.com
Imagen editorial: Marta Cánovas
Diseño de tapa: Sergio Manela
Diseño de interior: Marcela Rossi
Primera edición en formato digital: junio de 2015
Digitalización: Proyecto451
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.
Inscripción ley 11.723 en trámite
ISBN edición digital (ePub): 978-987-609-582-2
Henry David Thoreau
Nació el 12 de julio de 1817 en Concord, Massachusetts, Estados Unidos.
A los dieciséis años ingresó a la Universidad de Harvard. Después de obtener su bachillerato en Artes, regresó en 1837 a su pueblo natal para ser maestro. Su gestión docente fue revolucionaria y breve. Compartió e intercambió conocimientos con sus alumnos (no creía en la verticalidad de la educación) y abolió los castigos corporales en sus clases. Sus teorías pedagógicas eran inadmisibles para la escuela pública de esos tiempos.
Al año siguiente fundó con su hermano John una escuela privada, donde pudo desarrollar sus métodos de enseñanza basados en el estudio directo de la naturaleza y omitiendo los castigos corporales, un antecedente de las escuelas racionalistas. A pesar del éxito de sus métodos, Thoreau abandona la escuela luego de dos años como maestro de matemáticas, griego y latín.
En Concord se había instalado Ralf Waldo Emerson, quien influiría en la formación de Thoreau a través del Club Trascendentalista, el punto de partida de la corriente filosófica-literaria que se extendió entre 1830 y 1860 en Estados Unidos. Fue este movimiento la más alta expresión del idealismo romántico: panteísta, individualista y democrático en su rechazo al conformismo social, al formalismo en la religión y al autoritarismo en la política.
Luego de vivir en casa de la familia Emerson y en Nueva York, Thoreau regresó a su casa para ayudar a su padre a fabricar lápices. Henry descubriría un proceso que permitió elaborar grafito de gran calidad, lo que transformaría a los lápices Thoreau en los mejores. Gracias a este éxito industrial ganó mucho dinero. Descubriendo que esta bonanza podía apartarlo de su camino filosófico, abandonó la actividad y se propuso alejarse de cualquiera que pudiera sujetarle a una rutina.
Dijo Ralf Waldo Emerson de él: “No fue hecho para alienarse. / Nunca se casó, vivió solo. / Nunca fue a la iglesia. / Nunca votó, / ni pagó impuestos al Estado. / No comió carne ni bebió vino ni fumó. / Y aunque fue naturalista, / jamás utilizó una trampa o un fusil. / Eligió para sí, / inteligentemente sin duda, / ser amante del pensamiento / y de la naturaleza...”.
En 1845, en un terreno propiedad de Emerson construye su cabaña en la ribera del Lago Walden. Allí viviría dos años de acuerdo a sus propias reglas y escribiría Walden o la vida en los bosques. El libro fue publicado en mayo de 1849, tres años después de haber pasado una noche en la cárcel de su pueblo natal por no pagar el impuesto personal, ya que se oponía tanto a la guerra que los Estados Unidos habían declarado a México el 13 de mayo de 1846 por conducto del entonces presidente norteamericano James Polk, así como al esclavismo. Su odio hacia la esclavitud lo llevó a participar activamente en el “tren subterráneo”, que transportaba a los esclavos hacia Canadá para obtener su libertad.
Durante la década de 1850 trabaja como deslindador de terrenos en Concord; actividad que le permite estar en contacto con la naturaleza, escribir, meditar y viajar. En 1857 conoció al luchador antiesclavista John Brown, a quien admiraba profundamente, y para quien escribió su famosa oración.
A finales de 1860, Thoreau enfermó de bronquitis; después del invierno, se levantó débil y se marchó a Minnesota donde creía que su estado de salud iba a mejorar. Regresó aún más débil, y murió el 6 de mayo de 1862.
Sobre la desobediencia civil
Thoreau fue un liberal radical que defendió apasionadamente el individualismo racional, y un filósofo anarquista que rechazó todo poder capaz de someter al individuo.
Escribió Sobre la desobediencia civil convencido de que en Norteamérica no tenía que haber más esclavos y que debía cesar la guerra a México, aunque le costase a su país la existencia como pueblo.
Planteó el derecho a una revolución pacífica que se iniciaría con la negación al pago de impuestos. Un ensayo crítico y desafiante en pro de la subversión, al que no le importaban las mayorías ni las minorías; le importaba el trabajo del hombre consecuente con su humanidad y del individuo con su individualidad. “No importa lo insignificante que parezca el comienzo: lo que se hace bien una vez, está hecho para siempre”.
PROFESIÓN DE FE
Existe una íntima relación entra la vida exterior y la vida interior.
Si alguien lograse superar su vida, el mundo seguiría sin entenderlo.
Las distancias y las diferencias se identifican.
Anhelar una vida verdadera es como emprender un viaje a un país lejano, y verse poco a poco rodeado de paisajes desconocidos y de personas nuevas.
Limitado por mi pasado, intuyo que estoy muy lejos de vivir una vida mejor y más hermosa, en su pleno sentido.
El mundo externo es lo inverso de lo que está en nosotros.
Los hábitos no enmascaran a los hombres, por el contrario, los muestran sin apariencias, como realmente son.
En realidad los hábitos forman la vestimenta de los hombres.
Las circunstancias no son estrictas ni irreductibles como nuestros actos.
¡Cuántas veces hablamos vagamente, como si una vida divina pudiera injertarse o construirse en nuestra vida presente a modo de cimiento!
Para transformar nuestra vida deberíamos rehacer la antigua, excluir todo el calor de nuestros afectos, quizá sea imposible.
El cambio siempre es cambio.
Ninguna vida nueva ocupa cuerpos viejos.
Los cuerpos viejos se pudren.
La vida es lo que nace, crece y florece.
Los hombres intentan reanimar patéticamente lo antiguo y por eso lo soportan.
¿Por qué limitarnos a embalsamar? ¡Abandonemos ya los ungüentos y los sudarios! ¡Vayamos en busca de un cuerpo naciente!
Creo en la simplicidad.
Es sorprendente ver al más sabio ocupar sus días en cuestiones insignificantes, creyéndose obligado a relegar a último término sus asuntos trascendentes.
Simplifiquemos el problema de la existencia y distingamos lo necesario de lo real.
Pulsemos la tierra para ver dónde brotan nuestras raíces madres.
Quiero basarme siempre en los hechos.
¿Por qué no ver, por qué no servirnos siempre de nuestros propios ojos?
¿Los hombres no saben nada?
Conozco a muchas personas desconfiadas, difíciles de engañar en cuestiones de todos los días, que administran prudentemente su dinero y saben cómo gastarlo, que tienen fama de inteligentes y previsores, y que sin embargo aguantan pasar gran parte de su vida manejando dinero entre cuatro paredes, hombres que hoy brillan poco, para mañana enmohecer y finalmente desaparecer. Si realmente son inteligentes ¿por qué hacen lo que hacen? ¿Saben lo que es el pan y para qué sirve? ¿Tienen noción del significado de la vida? Porque si supieran algo ¡qué rápido dejarían de lado todo lo que ahora les interesa!
Esta vida, nuestra respetable vida de todos los días, tras de la que firmemente se apuntala el hombre correcto, y sobre la que reposan nuestras insignes instituciones, no deja de ser una ilusión que se desvanece como la trama de una visión fugaz.
La más suave luz de realidad que alumbra los espacios oscuros de la humanidad, nos revela algo más sólido y perdurable que el bronce fundido, algo que es la piedra angular del mundo.
¿El ser humano es incapaz de concebir cosas irrealizables?
¿En qué nos basamos para afirmar que nuestros sueños son precoces?
¿Has oído hablar alguna vez de un hombre que haya luchado toda la vida por un objetivo y que no lo alcanzara?
Un hombre en estado de ansia continua ¿no se siente elevado por ella?
¿Quién que haya probado la menor acción de heroísmo o de grandeza, o haya querido alcanzar la verdad y la honradez, no encontró cierto beneficio, algo más que no fuera perder el tiempo?
Es natural que no esperemos a que nuestro paraíso sea un jardín.
Ignoramos lo que deseamos.
Observemos la literatura. ¡Qué hermosas reflexiones proyectó cada uno de nosotros y qué pocas fueron dichas! Sin embargo, no hay ningún sueño, por más etéreo que fuera, que el talento, ayudado por el espíritu y la perseverancia, después de mil fracasos, no logre precisar en palabras perdurables.
Nuestros sueños son los hechos más positivos que conocemos. Pero ahora no hablamos de sueños.
Lo que se puede expresar con palabras se puede expresar con la vida.
Mi vida actual es un hecho del que no me debo felicitar, pero honro mi fe y mis ambiciones. De ellos hablo ahora. Nuestro estado es demasiado simple para describirlo. No he prestado juramento alguno. No he trazado plan sobre la sociedad, la Naturaleza o Dios.
Soy lo que soy. Comienzo a serlo.
Vivo en el presente.
El pasado es solo un recuerdo en mí, y el futuro una anticipación.
Amo vivir.
Prefiero una innovación antes que un esquema.
No puede hacerse historia de cómo el mal se ha vuelto lo mejor.
Creo y nada existe al margen de mi creencia.
Sé que soy.
Sé que otro existe, que sabe más que yo, que por mí se interesa, del que soy su criatura, y en cierto modo soy su progenitor.
Sé que la empresa vale la pena, que las cosas van bien. No he recibido noticias adversas.
En cuanto a los detalles y las combinaciones ¿qué pueden significar? Si contemplamos el cielo en un día claro, percibimos al cielo y al sol.
¿Quieres convencer a un hombre de que hace el mal? ¡Haz el bien!
No se puede convencer con palabras. Los hombres creen en lo que ven. Hay que ayudar a ver.
Prosigue tu vida. Obstínate en vivir. Como un perro alrededor del coche de su amo, gira en torno a tu propia vida.
Haz lo que más amas.
Para conocer bien tu hueso hay que roerlo, enterrarlo y desenterrarlo para roerlo más aún.
No es necesaria demasiada moral. Sería hacerse trampa con un exceso de vida.
Llega más allá de la moralidad.
No te contentes con ser bueno. Hay que serlo a toda costa.
Nada se interpone entre tú y la luz.
Respeta a los hombres, respeta a tus hermanos.
Cuando emprendas viaje a la Ciudad Celeste no lleves carta de recomendación. Pide ver a Dios y nunca a los lacayos. No se te ocurra pensar que tienen camaradas.
Estás solo en el mundo.
WALDEN O LA VIDA EN LOS BOSQUES
Cuando escribí estas páginas, o la mayoría de ellas, vivía solo en los bosques, a una milla de cualquier vecino, en una casa que yo mismo había construido, a orillas de la laguna de Walden en Concord (Massachusetts), y me ganaba la vida únicamente con el trabajo de mis manos.
Estuve allí por dos años y dos meses. Ahora soy de nuevo un habitante en la vida civilizada.
No habría expuesto mis cosas a la gentileza de mis lectores si no hubiera sido por las preguntas concretas que muchos paisanos me hicieron con relación a mi modo de vivir.
Me han preguntado cómo me alimentaba, si me sentía solo, si tenía miedo, y cosas parecidas. Pediré disculpas a aquellos lectores no particularmente interesados en mí si en este libro me propongo responder algunas de estas preguntas. En la mayoría de los libros, el yo o primera persona es omitido; en este será conservado; esa es la principal diferencia con respecto al egotismo. Generalmente no recordamos que, después de todo, es siempre la primera persona la que habla. No hablaría tanto sobre mí mismo si hubiera alguien a quien conociera tan bien como a mí. Desgraciadamente, estoy1imitado a este tema por la estrechez de mi experiencia.
He viajado bastante por Concord; y en todas partes, en tiendas, oficinas y campos, los habitantes me han parecido estar haciendo penitencia en mil formas extraordinarias. Los doce trabajos de Hércules eran insignificantes comparados con los que mis vecinos se han empeñado en realizar; porque aquellos eran solamente doce y tenían un fin, pero yo nunca he podido ver que estos hombres hayan matado o capturado algún monstruo o terminado una labor. No tienen un amigo como Yolas que queme la raíz de la cabeza de la hidra con un hierro candente, sino que tan pronto como una cabeza es aplastada surgen otras dos.
Los hombres trabajan bajo la influencia de un error. La mejor parte de la humanidad es arada rápidamente para abono de la tierra. Por una supuesta ventura, comúnmente llamada necesidad, los hombres se dedican, según cuenta un viejo libro, a acumular tesoros que la polilla y la herrumbre echarán a perder y que los ladrones entrarán a robar.
Esta vida es la vida de un tonto, como comprenderán los hombres cuando lleguen al final de ella, si no lo hacen antes. Hasta en este país relativamente libre, la mayoría de los hombres, por mera ignorancia y confusión, están tan preocupados con los artificiales cuidados e innecesarios trabajos rudos de la existencia, que no pueden recoger sus mejores frutos. Sus dedos, de tanto trabajar, son demasiado torpes, y tiemblan demasiado. El proletario no tiene tiempo libre para vivir con verdadera integridad todos los días, ni le es permitido relacionarse con otros hombres, ni tiene tiempo de ser otra cosa que una máquina. ¿Cómo va a tener presente su ignorancia —indispensable para su crecimiento— si tiene que usar sus artes para sobrevivir? Algunas veces, deberíamos alimentarlo y vestirlo gratuitamente y convidarlo con nuestros licores antes de juzgarlo. Las mejores cualidades de nuestro carácter, al igual que la frescura de las frutas, solamente pueden ser conservadas por la cortesía y la generosidad. Sin embargo, ni a los otros, ni a nosotros mismos, nos tratamos con la dulzura necesaria.
La mayoría de los hombres vive una vida de serena desesperanza. Lo que llamamos resignación no es más que una confirmación de la desesperanza. De la desesperanza urbana pasamos a la desesperanza salvaje, y tenemos que consolarnos con la prestancia de los visones o la magnificencia de una rata almizclera. Hasta detrás de los juegos y la diversión de la humanidad se encuentra una desesperanza estereotípica, aunque inconsciente. No hay diversión en los hombres, porque llega solo después del trabajo. No desesperanzarse es una característica de la sabiduría.