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La hija del aire (1653) esun drama histórico de Pedro Calderón de la Barca con base mitológica. Relata la historia de Semíramis, la reina de Asiria y fundadora de Babilonia. Célebre por ser una mujer seductora y guerrera, nacida bajo el signo de la violencia. Su padre había violado a su madre, ésta lo había ejecutado y a su vez había muerto durante el parto de ella. Semíramis fue acusada por Lidoro, el rey de Lidia, de usurpar el poder que debía ser ejercido por Ninias, su propio hijo. Tras la acusación, el rey de Lidia y Semíramis se declaran la guerra. En esta historia contada en La hija del aire el pueblo reclama el poder para Ninias y Semíramis renuncia. Luego, hace terribles amenazas al reino, y reaparece disfrazada de Ninias aprovechando el gran parecido que tiene con él. A través de este personaje, Calderón reflexiona sobre los excesos que cometen los gobernantes cuando los intereses o impulsos personales prevalecen ante el bien general, y sobre la legitimidad de diferentes modelos de gobierno que van desde la tiranía personalista al populismo reaccionario. La hija del aire esta dividida en dos partes, la primera se estrenó el 13 de noviembre de 1653 y la segunda el 16 de noviembre, en palacio y ante el rey Felipe IV. La figura central de la primera parte de La hija del aire, Semíramis, conduce su gobierno movida por la pasión de poder y por la tiranía. El modelo de régimen que representa su hijo en la segunda parte, el imprudente Ninias, es igualmente perjudicial para su país. Su inexperiencia y desidia ante las obligaciones de su puesto, provocan la inestabilidad política y social.
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Pedro Calderón de la Barca
La hija del aire
Parte I
Barcelona 2022
linkgua-digital.com
Título original: La hija del aire.
© 2022, Red ediciones, S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN rústica: 978-84-9816-427-5.
ISBN ebook: 978-84-9897-079-1.
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Sumario
Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
La historia 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 49
Jornada tercera 101
Libros a la carta 149
Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.
Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del Rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.
Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro.
Lope de Vega elogió sus obras, pero en 1629 dejaron de ser amigos tras un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope.
Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636). En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.
Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa.
La hija del aire (1653) es una pieza inspirada en un mito. Relata la historia de Semíramis, la reina de Asiria y fundadora de Babilonia, mujer seductora y guerrera, nacida bajo el signo de la violencia (su padre había violado a su madre, ésta lo había ejecutado y a su vez había muerto durante el parto). Semíramis, es acusada por el Rey de Lidia de usurpar el poder que debía ser ejercido por Ninias (hijo de Semíramis y de Nino). Tras la acusación el Rey de Lidia y Semíramis se declaran la guerra. El pueblo reclama el poder para Ninias y Semíramis renuncia, hace terribles amenazas al reino, y reaparece para ejecutar su venganza disfrazada de Ninias aprovechando el gran parecido que tiene con él.
Menón
Lisias
Tiresias, viejo
Nino, Rey
Arsidas
Floro
Chato
Semíramis
Irene
Silvia
Sirene
Libio
Músicos
Soldados
Acompañamiento
(Dice Menón dentro los versos siguientes.)
Menón Haced alto en esta parte,
y en uno y otro escuadrón
divididos, saludad
con salva al Rey mi señor.
(Tocan cajas, y dice Lisias a la otra parte.)
Lisias Cantad aquí, mientras llega
el Rey a estos montes hoy;
y a aquellas salvas de Marte
sucedan las del Amor.
Músicos «Coronado de laureles,
lleno de fama y de honor,
vuelva el valeroso Nino
a los montes de Ascalón.»
(Ha de haber una puerta de una gruta al lado izquierdo, y dentro den golpes, y dice Semíramis dentro.)
Semíramis Tiresias, abre esta puerta,
o a manos de mi furor,
muerte me dará el verdugo
de mi desesperación.
(Sale Tiresias, viejo, vestido de pieles largas, como sacerdote antiguo, y dice los versos siguientes con admiración.)
Tiresias Allí trompetas y cajas,
de Marte bélico horror;
allí voces y instrumentos,
dulces lisonjas de Amor,
escucho; y cuando informado
de tan desconforme unión
de músicas, a admirarme
en las causas de ella voy,
estos golpes que a esta puerta
se dan, y en mi corazón,
a un tiempo me han detenido.
¡Confuso y medroso estoy!
(Dentro Menón. Suenan cajas.)
Menón Haced salva, que ya el Rey
desde aquí se descubrió.
(Dentro Lisias.)
Lisias Vuelva la música a dar
al aire su dulce voz.
(Dentro Músicos.)
Músicos «A tanta admiración
suspenso queda en su carrera el Sol.»
(En la gruta Semíramis, suenan golpes.)
Semíramis Tiresias, si hoy no dispensas
las leyes de esta prisión,
donde sepultada vivo,
la muerte me daré hoy.
Tiresias Del acero de mi vida
ya tres los imanes son;
éste llama con más fuerza,
a responder a éste voy.
¿Qué das voces?
(Se abre la puerta, y sale Semíramis, vestida de pieles.)
Semíramis Dos acentos,
que a un tiempo el aire veloz
pronuncia, dando a mi oído
ambos de equivocación,
por no haberlos escuchado
jamás, que jamás llegó
a mi noticia el ruidoso
aparato de su voz,
la cárcel romper intentan
donde aprisionada estoy
desde que nací; ¿por qué
confusamente los dos
me elevan y me arrebatan?
Éste que dulce sonó,
con dulces halagos, hijos
de su misma suspensión;
éste que horrible, con fieros
impulsos, tras quien me voy,
sin saber dónde; que iguales
me arrancan el corazón
blandura y fiereza, agrado
y ira, lisonja y horror;
cuándo, un estruendo a esta parte,
cuándo a ésta una admiración;
ésta adormece al sentido,
ésta despierta el valor,
repitiéndome los ecos
del bronce y de la canción.
(Todo junto música y cajas.)
Músicos «A tanta admiración
suspenso queda en su carrera el Sol.»
Tiresias No en vano yo me recelo
que fuese despertador
del letargo de tu vida
ese confuso reloj
de los vientos, que hoy ha hecho
desacertado el rumor.
Hablarte quise, porque
esas novedades dos
temí siempre que engendrasen
en tu altiva condición
nuevos deseos de ver
a quien las ocasionó;
y así, quiero prevenirte
de lo que es, para que no
te desespere tu vida,
y el influjo superior,
que a voluntad de los dioses
te tiene en esta prisión,
le facilite, sin que
baste a embarazarse yo.
Sabrás, pues, que Nino, Rey
de Siria, ya vencedor
de las bárbaras naciones
del Oriente, vuelve hoy
a Nínive, corte suya;
por aquí pasa, y al son
de sus cajas y trompetas,
lenguas del sangriento dios,
los rústicos moradores
de los montes de Ascalón
le aclaman; y pues que ya
sabes toda la ocasión
del militar aparato
y la dulce elevación,
sosiegate, y vuelve, vuelve
a la estancia que te dio
por cuna y sepulcro el Cielo;
que me está dando temor
pensar que el Sol te ve,
y que sabe enamorarse el Sol.
Semíramis En vano, Tíresias, quieres
que ya te obedezca, que hoy
la margen de tus preceptos
ha de romper mi ambición;
yo no he de volver a él,
si tu sañudo furor
me hiciese dos mil pedazos.
Tiresias Mira.
Semíramis Suelta.
Tiresias ¿Ya olvidó
tu memoria cuán infausto
fue tu nacimiento?
Semíramis No;
bien lo sé de ti, que fuiste
segundo padre, a quien yo
debí la vida.
Tiresias ¿Pues cómo
no me obedece tu amor?
Semíramis Como mi obediencia ya
la última línea tocó
del sufrimiento, alentado
del discurso y la razón.
Tiresias ¿Te acordarás qué, te dije?
Semíramis Sí; que Venus te anunció,
atenta al provecho mío,
que había de ser horror
del mundo, y que por mí habría,
en cuanto ilumina el Sol,
tragedias, muertes, insultos,
ira, llanto y confusión.
Tiresias ¿No te dije más?
Semíramis Que a un Rey
glorioso le haría mi amor
tirano, y que al fin vendría
a darle la muerte yo.
Tiresias Pues si eso sabes de ti,
y el fin que el hado antevió
a tu vida, ¿por qué quieres
buscarle?
Semíramis Porque es error
temerle; dudarle basta.
¿Qué importa que mi ambición
digan que ha de despeñarme
del lugar más superior,
si para vencerla a ella
tengo entendimiento yo?
Y si ya me mata el verme
de esta suerte, ¿no es mejor
que me mate la verdad,
que no la imaginación?
Sí; que es dos veces cobarde
el que por vivir murió;
pues no pudiera hacer más
el contrario más atroz,
que matarle; y eso mismo
hizo su mismo temor.
Y así, yo no he de volver
a esa lóbrega mansión;
que quiero morir del rayo,
y de solo el trueno no.
Tiresias Pues antes que te resuelvas
a tan temeraria acción
como darte a conocer,
sabré embarazarlo yo.
(Cajas y música juntos.)
Semíramis ¿De qué suerte, si ya vuelven
a alentar mi presunción
esas voces?
Tiresias De esta suerte.
¡Guardas del monte!
(Salen soldados.)
Uno Señor.
Tiresias Pues vosotros sois a quien
este prodigio fió,
mi confianza, sin que
el rostro viese a los dos,
esa fiera racional
reducid a su prisión.
Semíramis Tened, no lleguéis, villanos;
que no quiere mi valor
darse a partido.
(A Tiresias.)
Y así
para que no quedes hoy
vano de haberme vencido,
tengo de vencerme yo.
Mira, Tiresias, a cuánto
se extiende mi presunción;
pues porque nadie me fuerce,
voluntariamente voy
a sepultarme yo misma
en esta oscura estación
de mi vida, de mi muerte
tumba dijera mejor.
(Vase Semíramis.)
Tiresias Cerraré la puerta. Grande
Júpiter, dame, favor
para que embarace tanto
asombro como antevió
Venus, prevenido en este
raro prodigio de amor.
(Suenas las cajas y salen soldados por una puerta, Nino, Rey, y Menón, general, e Irene con espada y plumas; y por otra puerta Músicos vestidos de villanos, Lisias, Chato y Sirene.)
Lisias Vuelvas felicemente,
de laureles ceñida la alta frente,
a ver, de tan extraños horizontes,
hoy, gran señor, aquestos patrios montes
que ausente te han tenido edades tantas.
Chato Y a todos su merced nos dé las plantas,
pues de creer es que para tales fines
todos los reyes traigan escarpines;
y déselas también aquí a Sirene
mi mojer, que a besárselas hoy viene,
y se las besará con alegría,
por besar una cosa que no es mía.
Sirene ¿Que luego hobiese, Chato,
de ver el Rey que sois un mentecato?
Nino Alzad todos del suelo.
Yo, Lisias, os estimo el noble celo
con que Ascalón recibe mi persona.
Lisias Vuestra grandeza mi humildad abona;
que aunque es verdad que yo le he gobernado,
este amor no se debe a mi cuidado,
sino a su gran lealtad; y vos, señora,
de tanto humano Sol divina aurora,
a todos dad la mano.
Chato Sino a Sirene, mi mojer, que es llano
que si llega en sus labios a ponella,
de asco en un mes no comeréis con ella.
Sirene Para ésta, picarote,
que los huéspedes idos, haya escote.
Nino Puesto que ya mi gente
las fértiles provincias del oriente
discurrió numerosa,
con tan grandes conquistas vitoriosa,
pues a sus armas yace la Fenicia,
y víctima la Siria, la Cilicia,
la Propóntida, Lidia, Egipto, y Caria,
donde apenas quedó nación contraria
que no me obedeciese
desde el Tanais al Nilo, cese, cese
el militar acento
de estremecer al Sol, herir al viento,
turbar el mar y fatigar la tierra,
y hoy a la blanda paz ceda la guerra.
Desde hoy vivir en ella determino,
en la ciudad de mí nombre, Nino,
Nínive se ha llamado,
a quien yo por grandeza he edificado.
Tú, Menón, que valiente
los sagrados laureles de mi frente
tanto has facilitado,
que a ti el mirarme de ellos coronado
confesaré que debo,
si bien, bien a pagártelos me atrevo,
hoy con la gente en Ascalón te queda,
donde a tu orden disponerse pueda
ese despojo todo;
y en su distribución dispón el modo
de suerte, que el más mísero soldado
no vuelva sin que vuelva coronado
con trofeos marciales,
a pisar de su casa los umbrales;
y porque a dar hoy enseñado vivas,
quiero que antes recibas;
porque no sabe cuánto es lisonjero
el dar, el que primero
no supo cuánto fue, Menón, penoso
que liberal no fuera un poderoso;
quiero que en este punto
el dar y el recibir lo aprendas junto.