Amar después de la muerte - Pedro Calderón de la Barca - ebook

Amar después de la muerte ebook

Pedro Calderon de la Barca

0,0

Opis

En Amar después de la muerte Pedro Calderón de la Barca relata una historia de amor inspirada en un tema morisco y ambientado en La Alpujarra y Granada. El mundo islámico se presenta aquí con respeto y, en cierto modo, nostalgia. Esta obra nos traslada a un período oscuro en la historia de España: la revuelta morisca en 1568; ocasionada, entre otras cosas, por la presión de las pragmáticas reales de Felipe II. Esta guerra civil que duró tres años, se convirtió en una lucha por la dignidad, que provocó el casi total exterminio de una minoría. Amar después de la muerte relata una historia de amor. En medio de la Rebelión de La Alpujarra, el ejército de Juan de Austria conquista la villa granadina de Galera. Durante los sucesos una joven, llamada Maleha, muere apuñalada. El Tuzaní, un musulmán, enamorado de la joven, se infiltra entre los soldados cristianos, descubre la identidad del asesino y venga su muerte.

Ebooka przeczytasz w aplikacjach Legimi na:

Androidzie
iOS
czytnikach certyfikowanych
przez Legimi
Windows
10
Windows
Phone

Liczba stron: 97

Odsłuch ebooka (TTS) dostepny w abonamencie „ebooki+audiobooki bez limitu” w aplikacjach Legimi na:

Androidzie
iOS
Oceny
0,0
0
0
0
0
0



Pedro Calderón de la Barca

Amar después de la muerte

Barcelona 2022

linkgua-digital.com

Créditos

Título original: Amar después de la muerte.

© 2022, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica: 978-84-9816-394-0.

ISBN ebook: 978-84-9897-008-1.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 47

Jornada tercera 91

Libros a la carta 145

Brevísima presentación

La vida

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.

Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.

Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro. Escribió más de ciento veinte, otra docena larga en colaboración y alrededor de setenta autos sacramentales. Sus primeros estrenos fueron en corrales.

Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636), su obra más célebre. En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.

Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa, mujer de Carlos II el Hechizado. Su hermanó José, hombre pendenciero, fue uno de sus editores más fieles.

Amar después de la muerte es una historia de amor inspirada en un tema morisco y ambientada en las Alpujarras y Granada. El mundo islámico es presentado aquí con respeto y, en cierto modo, con nostalgia. El Tuzaní es un personaje histórico, acusado de organizar la huida de los moriscos de Tíjola y de matar en duelo a un cristiano en venganza por la muerte de su amada. El Tuzaní, que acabó sus días siendo cristiano, es un personaje emblemático de la España de la Reconquista.

Personajes

Alcuzcuz, morisco

Beatriz, criada

Cadí, morisco viejo

Don Alonso de Zúñiga, corregidor

Don Álvaro Tuzaní

Don Fernando de Válor

Don Juan de Mendoza

Don Juan Malec, viejo

Don Lope de Figueroa

Doña Clara Malec

Doña Isabel Tuzaní

El señor don Juan de Austria

Garcés, soldado

Inés, criada

Moriscos y moriscas

Soldados cristianos

Soldados moriscos

Un criado

Jornada primera

Sala en casa de Cadí, en Granada.

Moriscos, con casaquillas y calzoncillos, y moriscas con jubones blancos e instrumentos; Cadí y Alcuzcuz.

Cadí ¿Están cerradas las puertas?

Alcuzcuz Ya el portas estar cerradas.

Cadí No entre nadie sin la seña

y prosígase la zambra.

Celebremos nuestro día, 5

que es el viernes, a la usanza

de nuestra nación, sin que

pueda esta gente cristiana,

entre quien vivimos hoy

presos en miseria tanta, 10

calumniar ni reprender

nuestras ceremonias.

Todos Vaya.

Alcuzcuz Me pensar hacer astilias,

sé también entrar en danza.

Uno (Canta.) Aunque en triste cautiverio, 15

de Alá por justo misterio,

llore el africano imperio

su mísera ley esquiva...

Todos (Cantando.) ¡Su ley viva!

Uno Viva la memoria extraña 20

de aquella gloriosa hazaña

que en la libertad de España

a España tuvo cautiva.

Todos Su ley viva.

Alcuzcuz (Cantando.) Viva aquel escaramuza 25

que hacer el jarife Muza,

cuando darle en caperuza

al españolilio antigua.

Todos ¡Su ley viva!

(Llaman dentro muy recio.)

Cadí ¿Qué es esto?

Uno Las puertas rompen. 30

Cadí Sin duda cogernos tratan

en nuestras juntas; que como

el rey por edictos manda

que se veden, la justicia,

viendo entrar en esta casa 35

a tantos moriscos, viene

siguiéndonos.

(Llaman.)

Alcuzcuz Pues ya escampa.

Don Juan Malec. Dichos.

Malec (Dentro.) Cómo os tardáis en abrir

a quien desta suerte llama?

Alcuzcuz En vano llama a la puerta 40

quien no ha llamado en el alma.

Uno ¿Qué haremos?

Cadí Esconder todos

los instrumentos, y abran

diciendo que solo a verme

vinisteis.

Otro Muy bien lo trazas. 45

Cadí Pues todos disimulemos.

Alcuzcuz, corre: ¿qué aguardas?

Alcuzcuz Al abrir del porta, temo

que ha de darme con la estaca

cien palos el alguacil 50

en barriga, e ser desgracia

que en barriga de Alcuzcuz

el leña, y no alcuzcuz haya.

(Abre Alcuzcuz, y sale Don Juan Malec.)

Malec No os receléis.

Cadí Pues, señor

don Juan, cuya sangre clara 55

de Malec os pudo hacer

veinticuatro de Granada,

aunque de africano origen,

¡vos desta suerte en mi casa!

Malec Y no con poca ocasión 60

hoy vengo buscándôs: basta

deciros que a ella me traen

arrastrando mis desgracias.

Cadí (Aparte a los moriscos.)

Él sin duda a reprendernos

viene.

Alcuzcuz Eso no perder nada. 65

¿Prender no fuera peor

que reprender?

Cadí ¿Qué nos mandas?

Malec Reportaos todos, amigos,

del susto que el verme os causa.

Hoy entrando en el cabildo, 70

envió desde la sala

del rey Felipe segundo

el presidente una carta,

para que la ejecución

de lo que por ella manda, 75

de la ciudad quede a cuenta.

Abrióse, empezó en voz alta

a leerla el secretario

del cabildo; y todas cuantas

instrucciones contenía, 80

todas eran ordenadas

en vuestro agravio. ¡Qué bien

pareja del tiempo llaman

a la fortuna, pues ambos

sobre una rueda y dos alas, 85

para el bien o para el mal

corren siempre y nunca paran!

Las condiciones, pues, eran

algunas de las pasadas

y otras nuevas que venían 90

escritas con más instancia,

en razón de que ninguno

de la nación africana,

que hoy es caduca ceniza

de aquella invencible llama 95

en que ardió España, pudiese

tener fiestas, hacer zambras,

vestir sedas, verse en baños,

ni oírse en alguna casa

hablar en su algarabía, 100

sino en lengua castellana.

Yo, que por el más antiguo,

el primero me tocaba

hablar, dije que aunque era

ley justa y prevención santa 105

ir haciendo poco a poco

de la costumbre africana

olvido, no era razón

que fuese con furia tanta;

y así, que se procediese 110

en el caso con templanza,

porque la violencia sobra

donde la costumbre falta.

Don Juan, don Juan de Mendoza,

deudo de la ilustre casa 115

del gran marqués de Mondéjar,

dijo entonces: «Don Juan habla

apasionado, porque

naturaleza le llama

a que mire por los suyos, 120

y así, remite y dilata

el castigo a los moriscos,

gente vil, humilde y baja.

Señor don Juan de Mendoza

(dije) cuando estuvo España 125

en la opresión de los moros

cautiva en su propia patria,

los cristianos, que mezclados

con los árabes estaban,

que hoy mozárabes se dicen, 130

no se ofenden, ni se infaman

de haberlo estado, porque

más engrandece y ensalza

la fortuna al padecerla

a veces, que al dominarla. 135

Y en cuanto a que son humildes,

gente abatida y esclava,

los que fueron caballeros

moros no debieron nada

a caballeros cristianos 140

el día que con el agua

del bautismo recibieron

su fe católica y santa;

mayormente los que tienen,

como yo, de reyes tanta. 145

Sí; pero de reyes moros,

dijo. Como si dejara

de ser real, le respondí,

por mora, siendo cristiana

la de Valores, Cegríes, 150

de Venegas y Granadas.»

De una palabra a otra, en fin,

como entramos sin espadas,

unos y otros se empeñaron...

¡Mal haya ocasión, mal haya, 155

sin espadas y con lenguas,

que son las peores armas,

pues una herida mejor

se cura que una palabra!

Alguna acaso le dije 160

que obligase a su arrogancia

a que (aquí tiemblo al decirlo)

tomándome (¡pena extraña!)

el báculo de las manos,

con él... pero hasta esto basta; 165

que hay cosas que cuesta más

el decirlas que el pasarlas.

Este agravio que en defensa,

esta ofensa que en demanda

vuestra a mí me ha sucedido, 170

a todos juntos alcanza,

pues no tengo un hijo yo

que desagravie mis canas,

sino una hija, consuelo

que aflige más que descansa. 175

Ea, valientes moriscos,

noble reliquia africana,

los cristianos solamente

haceros esclavos tratan;

la Alpujarra (aquesa sierra 180

que al Sol la cerviz levanta,

y que poblada de villas,

es mar de peñas y plantas,

adonde sus poblaciones

ondas navegan de plata, 185

por quien nombres las pusieron

de Galera, Berja y Gavia)

toda es nuestra: retiremos

a ella bastimentos y armas.

Elegid una cabeza 190

de la antigua estirpe clara

de vuestros Abenhumeyas,

pues hay en Castilla tantas,

y haceos señores, de esclavos;

que yo, a costa de mis ansias, 195

iré persuadiendo a todos

que es bajeza, que es infamia

que a todos toque mi agravio,

y no a todos mi venganza.

Cadí Yo para el hecho que intentas... 200

Otro Yo para la acción que trazas...

Cadí Mi vida y mi hacienda ofrezco.

Otro Ofrezco mi vida y alma.

Uno Todos decimos lo mismo.

Una morisca Y yo en el nombre de cuantas 205

moriscas Granada tiene,

ofrezco joyas y galas.

(Vanse Malec y varios moriscos.)

Alcuzcuz Me, que solo tener una

tendecilia en Vevarambla

de aceite, vinagre e higos, 210

nueces, almendras e pasas,

cebolias, ajos, pimentos,

cintas, escobas de palma,

hilo, agujas, faldriqueras

con papel blanco e de estraza, 215

alcamonios, agujetas

de perro, tabaco, varas,

caniones para hacer plumas,

hostios para cerrar cartas,

ofrecer lievarla a cuestas 220

con todas sus zarandajas,

porque me he de ver, si llegan

a colmo mis esperanzas,

de todos los Alcuzcuzes

marqués, conde o duque.

Uno Calla, 225

que estás loco.

Alcuzcuz No estar loco.

Otro Si no loco, es cosa clara

que estás borracho.

Alcuzcuz No estar,

que jonior Mahoma manda

en su alacran no beber 230

vino, y en mi vida nada

lo he bebido... por los ojos;

que si alguna vez me agrada,

por no quebrar el costumbre,

me lo bebo por la barba. 235

(Vanse.)

Sala en casa de Malec.

Doña Clara, Beatriz.

Doña Clara Déjame, Beatriz, llorar

en tantas penas y enojos;

débanles algo a mis ojos

mi desdicha y mi pesar.

Ya que no puedo matar 240

a quien llegó a deslucir

mi honor, déjame sentir

las afrentas que le heredo,

pues ya que matar no puedo,

pueda a lo menos morir. 245

¡Qué baja naturaleza

con nosotras se mostró,

pues cuando mucho, nos dio

un ingenio, una belleza

adonde el honor tropieza, 250

mas no donde pueda estar

seguro! ¿Qué más pesar,

si a padre y marido vemos

que quitar su honor podemos,

y no le podemos dar? 255

Si hubiera varón nacido,

Granada y el mundo viera

hoy, si con un joven era

tan soberbio y atrevido

el Mendoza, como ha sido 260

con un viejo... Y por hacer

estoy que llegue a entender

que no por mujer le dejo;

pues quien riñó con un viejo,

podrá con una mujer. 265

Pero es loca mi esperanza.

Esto es solamente hablar.

¡Oh si pudiera llegar

a mis manos mi venganza!

Y mayor pena me alcanza 270

verme ¡ay infelice! así,

porque en un día perdí

padre y esposo, pues ya

por mujer no me querrá

don Álvaro Tuzaní. 275

Don Álvaro. Doña Clara, Beatriz.

Don Álvaro Por mal agüero he tenido,

cuando ya en nada repara

mi amor, haber, bella Clara,

mi nombre en tu boca oído;

porque si la voz ha sido 280

eco del pecho, sospecho

que él, que en lágrimas deshecho

está, sus penas dirá:

luego soy tu pena ya,

pues que me arrojas del pecho. 285

Doña Clara No puedo negar que llena

de penas el alma esté,