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En Amar después de la muerte Pedro Calderón de la Barca relata una historia de amor inspirada en un tema morisco y ambientado en La Alpujarra y Granada. El mundo islámico se presenta aquí con respeto y, en cierto modo, nostalgia. Esta obra nos traslada a un período oscuro en la historia de España: la revuelta morisca en 1568; ocasionada, entre otras cosas, por la presión de las pragmáticas reales de Felipe II. Esta guerra civil que duró tres años, se convirtió en una lucha por la dignidad, que provocó el casi total exterminio de una minoría. Amar después de la muerte relata una historia de amor. En medio de la Rebelión de La Alpujarra, el ejército de Juan de Austria conquista la villa granadina de Galera. Durante los sucesos una joven, llamada Maleha, muere apuñalada. El Tuzaní, un musulmán, enamorado de la joven, se infiltra entre los soldados cristianos, descubre la identidad del asesino y venga su muerte.
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Pedro Calderón de la Barca
Amar después de la muerte
Barcelona 2022
linkgua-digital.com
Título original: Amar después de la muerte.
© 2022, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN rústica: 978-84-9816-394-0.
ISBN ebook: 978-84-9897-008-1.
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Sumario
Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 47
Jornada tercera 91
Libros a la carta 145
Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.
Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.
Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro. Escribió más de ciento veinte, otra docena larga en colaboración y alrededor de setenta autos sacramentales. Sus primeros estrenos fueron en corrales.
Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636), su obra más célebre. En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.
Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa, mujer de Carlos II el Hechizado. Su hermanó José, hombre pendenciero, fue uno de sus editores más fieles.
Amar después de la muerte es una historia de amor inspirada en un tema morisco y ambientada en las Alpujarras y Granada. El mundo islámico es presentado aquí con respeto y, en cierto modo, con nostalgia. El Tuzaní es un personaje histórico, acusado de organizar la huida de los moriscos de Tíjola y de matar en duelo a un cristiano en venganza por la muerte de su amada. El Tuzaní, que acabó sus días siendo cristiano, es un personaje emblemático de la España de la Reconquista.
Alcuzcuz, morisco
Beatriz, criada
Cadí, morisco viejo
Don Alonso de Zúñiga, corregidor
Don Álvaro Tuzaní
Don Fernando de Válor
Don Juan de Mendoza
Don Juan Malec, viejo
Don Lope de Figueroa
Doña Clara Malec
Doña Isabel Tuzaní
El señor don Juan de Austria
Garcés, soldado
Inés, criada
Moriscos y moriscas
Soldados cristianos
Soldados moriscos
Un criado
Sala en casa de Cadí, en Granada.
Moriscos, con casaquillas y calzoncillos, y moriscas con jubones blancos e instrumentos; Cadí y Alcuzcuz.
Cadí ¿Están cerradas las puertas?
Alcuzcuz Ya el portas estar cerradas.
Cadí No entre nadie sin la seña
y prosígase la zambra.
Celebremos nuestro día, 5
que es el viernes, a la usanza
de nuestra nación, sin que
pueda esta gente cristiana,
entre quien vivimos hoy
presos en miseria tanta, 10
calumniar ni reprender
nuestras ceremonias.
Todos Vaya.
Alcuzcuz Me pensar hacer astilias,
sé también entrar en danza.
Uno (Canta.) Aunque en triste cautiverio, 15
de Alá por justo misterio,
llore el africano imperio
su mísera ley esquiva...
Todos (Cantando.) ¡Su ley viva!
Uno Viva la memoria extraña 20
de aquella gloriosa hazaña
que en la libertad de España
a España tuvo cautiva.
Todos Su ley viva.
Alcuzcuz (Cantando.) Viva aquel escaramuza 25
que hacer el jarife Muza,
cuando darle en caperuza
al españolilio antigua.
Todos ¡Su ley viva!
(Llaman dentro muy recio.)
Cadí ¿Qué es esto?
Uno Las puertas rompen. 30
Cadí Sin duda cogernos tratan
en nuestras juntas; que como
el rey por edictos manda
que se veden, la justicia,
viendo entrar en esta casa 35
a tantos moriscos, viene
siguiéndonos.
(Llaman.)
Alcuzcuz Pues ya escampa.
Don Juan Malec. Dichos.
Malec (Dentro.) Cómo os tardáis en abrir
a quien desta suerte llama?
Alcuzcuz En vano llama a la puerta 40
quien no ha llamado en el alma.
Uno ¿Qué haremos?
Cadí Esconder todos
los instrumentos, y abran
diciendo que solo a verme
vinisteis.
Otro Muy bien lo trazas. 45
Cadí Pues todos disimulemos.
Alcuzcuz, corre: ¿qué aguardas?
Alcuzcuz Al abrir del porta, temo
que ha de darme con la estaca
cien palos el alguacil 50
en barriga, e ser desgracia
que en barriga de Alcuzcuz
el leña, y no alcuzcuz haya.
(Abre Alcuzcuz, y sale Don Juan Malec.)
Malec No os receléis.
Cadí Pues, señor
don Juan, cuya sangre clara 55
de Malec os pudo hacer
veinticuatro de Granada,
aunque de africano origen,
¡vos desta suerte en mi casa!
Malec Y no con poca ocasión 60
hoy vengo buscándôs: basta
deciros que a ella me traen
arrastrando mis desgracias.
Cadí (Aparte a los moriscos.)
Él sin duda a reprendernos
viene.
Alcuzcuz Eso no perder nada. 65
¿Prender no fuera peor
que reprender?
Cadí ¿Qué nos mandas?
Malec Reportaos todos, amigos,
del susto que el verme os causa.
Hoy entrando en el cabildo, 70
envió desde la sala
del rey Felipe segundo
el presidente una carta,
para que la ejecución
de lo que por ella manda, 75
de la ciudad quede a cuenta.
Abrióse, empezó en voz alta
a leerla el secretario
del cabildo; y todas cuantas
instrucciones contenía, 80
todas eran ordenadas
en vuestro agravio. ¡Qué bien
pareja del tiempo llaman
a la fortuna, pues ambos
sobre una rueda y dos alas, 85
para el bien o para el mal
corren siempre y nunca paran!
Las condiciones, pues, eran
algunas de las pasadas
y otras nuevas que venían 90
escritas con más instancia,
en razón de que ninguno
de la nación africana,
que hoy es caduca ceniza
de aquella invencible llama 95
en que ardió España, pudiese
tener fiestas, hacer zambras,
vestir sedas, verse en baños,
ni oírse en alguna casa
hablar en su algarabía, 100
sino en lengua castellana.
Yo, que por el más antiguo,
el primero me tocaba
hablar, dije que aunque era
ley justa y prevención santa 105
ir haciendo poco a poco
de la costumbre africana
olvido, no era razón
que fuese con furia tanta;
y así, que se procediese 110
en el caso con templanza,
porque la violencia sobra
donde la costumbre falta.
Don Juan, don Juan de Mendoza,
deudo de la ilustre casa 115
del gran marqués de Mondéjar,
dijo entonces: «Don Juan habla
apasionado, porque
naturaleza le llama
a que mire por los suyos, 120
y así, remite y dilata
el castigo a los moriscos,
gente vil, humilde y baja.
Señor don Juan de Mendoza
(dije) cuando estuvo España 125
en la opresión de los moros
cautiva en su propia patria,
los cristianos, que mezclados
con los árabes estaban,
que hoy mozárabes se dicen, 130
no se ofenden, ni se infaman
de haberlo estado, porque
más engrandece y ensalza
la fortuna al padecerla
a veces, que al dominarla. 135
Y en cuanto a que son humildes,
gente abatida y esclava,
los que fueron caballeros
moros no debieron nada
a caballeros cristianos 140
el día que con el agua
del bautismo recibieron
su fe católica y santa;
mayormente los que tienen,
como yo, de reyes tanta. 145
Sí; pero de reyes moros,
dijo. Como si dejara
de ser real, le respondí,
por mora, siendo cristiana
la de Valores, Cegríes, 150
de Venegas y Granadas.»
De una palabra a otra, en fin,
como entramos sin espadas,
unos y otros se empeñaron...
¡Mal haya ocasión, mal haya, 155
sin espadas y con lenguas,
que son las peores armas,
pues una herida mejor
se cura que una palabra!
Alguna acaso le dije 160
que obligase a su arrogancia
a que (aquí tiemblo al decirlo)
tomándome (¡pena extraña!)
el báculo de las manos,
con él... pero hasta esto basta; 165
que hay cosas que cuesta más
el decirlas que el pasarlas.
Este agravio que en defensa,
esta ofensa que en demanda
vuestra a mí me ha sucedido, 170
a todos juntos alcanza,
pues no tengo un hijo yo
que desagravie mis canas,
sino una hija, consuelo
que aflige más que descansa. 175
Ea, valientes moriscos,
noble reliquia africana,
los cristianos solamente
haceros esclavos tratan;
la Alpujarra (aquesa sierra 180
que al Sol la cerviz levanta,
y que poblada de villas,
es mar de peñas y plantas,
adonde sus poblaciones
ondas navegan de plata, 185
por quien nombres las pusieron
de Galera, Berja y Gavia)
toda es nuestra: retiremos
a ella bastimentos y armas.
Elegid una cabeza 190
de la antigua estirpe clara
de vuestros Abenhumeyas,
pues hay en Castilla tantas,
y haceos señores, de esclavos;
que yo, a costa de mis ansias, 195
iré persuadiendo a todos
que es bajeza, que es infamia
que a todos toque mi agravio,
y no a todos mi venganza.
Cadí Yo para el hecho que intentas... 200
Otro Yo para la acción que trazas...
Cadí Mi vida y mi hacienda ofrezco.
Otro Ofrezco mi vida y alma.
Uno Todos decimos lo mismo.
Una morisca Y yo en el nombre de cuantas 205
moriscas Granada tiene,
ofrezco joyas y galas.
(Vanse Malec y varios moriscos.)
Alcuzcuz Me, que solo tener una
tendecilia en Vevarambla
de aceite, vinagre e higos, 210
nueces, almendras e pasas,
cebolias, ajos, pimentos,
cintas, escobas de palma,
hilo, agujas, faldriqueras
con papel blanco e de estraza, 215
alcamonios, agujetas
de perro, tabaco, varas,
caniones para hacer plumas,
hostios para cerrar cartas,
ofrecer lievarla a cuestas 220
con todas sus zarandajas,
porque me he de ver, si llegan
a colmo mis esperanzas,
de todos los Alcuzcuzes
marqués, conde o duque.
Uno Calla, 225
que estás loco.
Alcuzcuz No estar loco.
Otro Si no loco, es cosa clara
que estás borracho.
Alcuzcuz No estar,
que jonior Mahoma manda
en su alacran no beber 230
vino, y en mi vida nada
lo he bebido... por los ojos;
que si alguna vez me agrada,
por no quebrar el costumbre,
me lo bebo por la barba. 235
(Vanse.)
Sala en casa de Malec.
Doña Clara, Beatriz.
Doña Clara Déjame, Beatriz, llorar
en tantas penas y enojos;
débanles algo a mis ojos
mi desdicha y mi pesar.
Ya que no puedo matar 240
a quien llegó a deslucir
mi honor, déjame sentir
las afrentas que le heredo,
pues ya que matar no puedo,
pueda a lo menos morir. 245
¡Qué baja naturaleza
con nosotras se mostró,
pues cuando mucho, nos dio
un ingenio, una belleza
adonde el honor tropieza, 250
mas no donde pueda estar
seguro! ¿Qué más pesar,
si a padre y marido vemos
que quitar su honor podemos,
y no le podemos dar? 255
Si hubiera varón nacido,
Granada y el mundo viera
hoy, si con un joven era
tan soberbio y atrevido
el Mendoza, como ha sido 260
con un viejo... Y por hacer
estoy que llegue a entender
que no por mujer le dejo;
pues quien riñó con un viejo,
podrá con una mujer. 265
Pero es loca mi esperanza.
Esto es solamente hablar.
¡Oh si pudiera llegar
a mis manos mi venganza!
Y mayor pena me alcanza 270
verme ¡ay infelice! así,
porque en un día perdí
padre y esposo, pues ya
por mujer no me querrá
don Álvaro Tuzaní. 275
Don Álvaro. Doña Clara, Beatriz.
Don Álvaro Por mal agüero he tenido,
cuando ya en nada repara
mi amor, haber, bella Clara,
mi nombre en tu boca oído;
porque si la voz ha sido 280
eco del pecho, sospecho
que él, que en lágrimas deshecho
está, sus penas dirá:
luego soy tu pena ya,
pues que me arrojas del pecho. 285
Doña Clara No puedo negar que llena
de penas el alma esté,